domingo, 4 de julio de 2010

Minihistorias no ganadoras

Silvina Perez: “Sin saber que iba a terminar con él, en una oportunidad que Javier llegó a mi casa para reparar la lavadora, le presté unos libros de nombres para niños, para que pudiera elegir el de su hija que nacería en octubre. Luego de dos años terminé cuidando a su hija y él ayudándome a criar a los míos. Ya hace 13 años que estamos viviendo esta linda aventura de la vida, compartiendo buenos y malos momentos, disfrutando cada día porque el tiempo es lo único que no se puede recuperar.”

Alejandro Maciá García: “Un chorrito de miel, unos gramos de requesón dulce, algunos pedazos de nuez…¿azúcar?¿azúcar no? No se..me lo pienso y mientras añado unas gotas de anís las pongo al horno….Ring! Ring! Ring! Ring! Maldito despertador! Nunca me deja acabar el sueño y así es imposible saber que tiempo que pasar la empanadilla en el horno.”

Yolanda Corbalán: “Hace ya casi un año, el 28 de septiembre, pusimos rumbo al que sería el viaje de nuestras vidas. Nos dirigíamos a mi soñado EEUU, un país que sólo había visto en las películas. Yo sabía que algún día pisaría esas tierras, donde están todas esas estrellas que creemos tan lejanas. Íbamos alucinando. Nuestra primera parada fue San Francisco, tierra de Alcatraz y de las calles más empinadas que jamás vi. El segundo destino fue La Vegas, miles de Elvis Presleys andando por las calles del pecado. Ahí nos casamos. Segundo sueño cumplido. Y la tercera parada, para mí la mejor de todas, ya que soy una auténtica fun de las películas, Hollywood. Eso fue ya tocar el cielo con las manos. Hollywood Boulevard, Beverly Hills, el Air y por supuesto Michael Jackson, el Rey. ”

Margarita Coll Socías: “Al fin había llegado el día. La sangre hervía por mis venas y parecía que se agolpaba en mis sienes. Era nuestra primera cita y quería estar guapa. Unos instantes antes me repasé los labios con carmín, aunque también era por mantenerme ocupada durante la espera. De repente apareció. Alto, inconmensurable, altivo, valiente, bello, rostro enérgico y concentrado. Lo había soñado miles de veces, pero al verlo, toda esa sangre que pujaba por salirse de mis venas se paralizó. Era verdad, uno puede vivir unos instantes sin respiración. Me acerqué, lentamente y si ahí estaba, pétreo, marmóreo, gigantesco, estático, pero a la vez con tanto movimiento y tanta vida, que parecía mentira que hubiera salido de un bloque de mármol y o hubiera esculpido un humano. Por un instante pareció que David me miraba.”

Gina Miranda Quintero: “Era un día de verano, allá en el Ecuador, tanto hemisferio como país, en donde el verano y el invierno se confunden; cuando decidí seguir las andaduras de mis amigas. Ir a España a trabajar. Pues dicho y hecho me vine a España y empecé a trabajar aquí en Palma como cualquier persona a ganarme la vida con el sudor de mi frente como dice la Biblia y aguantando otras calamidades que el Santo Libro no predice. Pues bien, u día tormentoso de invierno, una persona me vio subiendo al autobús y dicha persona tomó el teléfono de mi madre ala que llamó y le dijo que efectivamente estaba en Palma. Pues esa persona se quedó en la parada que me había visto subir y esperó horas y horas hasta que me vio bajar del autobús y gritó ¡Gina! Era mi tía que ni ella ni yo sabíamos que estábamos en España. Corrí hacia ella y me fundí en un abrazo con un mar de llores y abrazos.”

Antoni Font Gelabert: “Empa[n]ada, [Em]palada, paladar, por efecto pinball en el Factbook. Cinco desconocidos comiendo empanadillas sobre el cofre de la moto de reparto. Un breve retorno a la adolescencia y el cerebro dando vueltas. Por qué serán tan mías estas extrañas. Dispuesto a rellenarlas de sabores de mi mar fabulo: sepia con pasas? Llampuga con pimiento? Gamba de Andratx? Dicen que el papel todo lo aguanta, la empanadilla argentina también.”

Xisca Riera Díaz: “Un día de junio estaba en casa tranquila chateando y de repente conocí un belga muy pesado insistiendo que contestara sus emails, yo estaba de playa y no tenía casi tiempo y de repente con el tiempo estábamos tan enganchados que se pasó por Mallorca a conocerme, fue encantador. Y tras dos años o más de visitas nació mi niño llamado Thomas. Lo más grande de este mundo ya tiene 3 años y medio y sigue…”

Guillermo Menaldi: “En una mesa, en un rincón oscuro de restaurante, dos empanadas (una de pollo y otra de carne) se enamoraron. Quisieron unir sus destinos, trataron de romper sus masas, sin conseguirlo, no pudieron juntarse, estaban impedidas. Luego llegó el cocinero, encendió la luz, agarró con sus manos a las dos empanadas y las tiró en el aceite caliente. Finalmente, sus carnes quedaron unidas para siempre dentro del aceite al romperse ambas masas y sus carnes mezcladas en la cacerola revueltas en un amor eterno.”

Dídac y Miquel: “Había una vez un día que parecía normal. Salimos de casa para ir a visitar a nuestra prima Clara que acababa de nacer. Estábamos en el salón de su casa y de repente mamá nos enseñó un papel que había recibido y que no entendía del todo. Lo leímos y nos dimos cuenta que era la reserva de entradas para Eurodisney, para unos días después. Le preguntamos que haríamos hasta entonces y nos dimos cuenta que además había entre los papeles unos billetes de avión para volar a París... esa misma tarde, sólo 2 horas después. Por suerte las maletas ya estaban en el coche y nos fuimos directos al aeropuerto. Esa noche dormimos en un hotel de Paris y antes de ir a la cama hasta nos dio tiempo de tomar unos crepes de chocolate que estaban muy buenos…”

Alessia Comis: “Me perdí el II Viernes Creativo porque me “casé”. ¿Me perdonaréis? Fue un día muy extraño, de muchas emociones encontradas. Nos pilló en Sant Blai con burros y gallinas. El día siguiente, en el árbol al lado del jardín de los burritos, colgaba un paquetito con dos preciosas alianzas de oro blanco. Y volvía enamorarme de mi chico, un día más.”

Jesús Reyes: “Un pequeño grupito de españoles que disfrutábamos de una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores pudimos saborear las delicias gastronómicas de la zona, entre las que las empanadas ocupaban un lugar preferente, también aderezadas por la excelente compañía de mis compatriotas, entre quienes encontré a quien años después sería la madre de mis hijos.”

Kathina Munar: Historias para no dormir! Eso es lo que estaría pensando mi padre si cada vez que lo recuerda, ahora se ríe, pero en su momento, bien que las pasó canutas! Aconteció hace unos años, cuando mi hermano y yo éramos adolescentes…un día normal, cenar algo, ver la tele un rato y te acuestas,…hasta aquí, todo bien! Entonces, a las dos horitas, vendría mi padre de una cena de amigos y cuando estuvo frente a la puerta de casa recordó que había dejado sus llaves dentro,… por lo que no podía entrar!...se puso como loco a llamar a la puerta, timbrazos y portazos, que no se sintieron para nada..acabó durmiendo en un hotel!...si es que pudo pegar ojo, claro!”

Patricia Hernández: “Me sorprende que aun haya gente así, pasaba por la calle y el estómago apretaba cuando me acordé del delicioso sabor de Doña Greta, que quedó impregnado en mi mente el otro día que vine acá. No se por qué peculiaridad me llamó mucho la atención este pequeño local, pequeñito pero matón, y bueno, la gente tan amabilísima que allí se hallaba. Mmmm…buen vino argentino y buenísimas empanadas…y por supuesto…buenísima gente…sí señor…nunca he probado nada igual..me encantaría poder mostraros a todas/os también los encantos culinarios de mi tierra “Cádiz” pero son muchos los años que llevo aquí y casi ni me acuerdo…que pena, por eso da gusto conocer gente de distintas ciudades y lugares y cuando me pasan estas cosas no dudo en coger un Boli y agradeceros de corazón y deciros que no cambien nunca.

Juanjo Moreno: “Una tarde me senté junto a un bello árbol, le pedí peras y el árbol se enfadó, lo siento, dije, no sabía que era un olmo. Y esto es tan cierto como que el árbol habló.”

Toni Planas Teixedo: “Siempre me gustaba sentarme allí en primavera, en un espacio hermoso, lleno de pisutas florecidas. Me gustaba le primer banco, el de la izquierda, bajo la sombra de dos ficus. A media tarde, ahí estaba mi amigo, puntual, con toda parsimonia se acercaba silencioso. Atento a cualquier cosa fuera de lugar, a cualquier sonido, andaba hasta su rincón y se sentaba pesado. Mi feliz junio al gato que miraba su sombra en la pared.”

José Ignacio Ponseti: “Acabo de llegar de Roma, ciudad fascinante donde las hay. El motivo de mi segunda estancia en las siete colinas fue el cumplir el sueño de toda la vida de mi madre. La pobre tiene una edad y una dolencia en la espalda que le obliga a caminar encorvada, con muletas y soportando un gran dolor. No las tenía todas conmigo ya que la mujer apenas sale a los aledaños de su casa: súper, banco, farmacia. Y por otra parte, Roma debe de ser visitada a pie si se quiere saborear bien. El resultado…espectacular..Ha visto el Coliseo y el Vaticano, foros, pasillos y escaleras...todo sin una sola queja. Más de una persona la felicitó al ver aquella diminuta figura encorvada hacer frente a las dificultades. Yo acabé exhausto.”

Juan Serra Sánchez: “Anoche tuve un sueño. Soñé que me equivocaba. Soñé que cambiaba. Que no era verdad. Soñé que no sabía nada. Que era TV. Vosotros y ella. Soñé que mis sueños se convertían en objetivos. Y mis objetivos en realidad. Soñé que las nuevas realidades traían nuevos sueños. Soñé que me despertaba.”

Margalida Castells: "En 1996 estuve residiendo temporalmente en el norte de Argentina. Fui enviada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España para colaborar con un equipo de investigación de la Universidad de San Salvador de Jujuy, que estaba poniendo en marcha un museo. Allí por primera vez probé las empanadas argentinas, concretamente en un restaurante llamado Manos Jujeñas. Recuerdo perfectamente el nombre del local porque eran deliciosas, de hecho repetimos muchos domingos, y porque más de una vez estos años sentí nostalgia de ese restaurante y deseé que aquí en Palma hubiera un establecimiento así. Estoy segura que los responsables de Doña Greta sonreirán al leer esto... Pero mi historia no va de ese restaurante. En esos meses en Jujuy, el equipo de investigación organizó unas jornadas. Para la ocasión, los miembros del equipo nos planteamos preparar un servicio de bar con el que sacar fondos para el museo. Por ello, un compañero y yo pasamos una tarde entera preparando empanadas: la masa, luego el relleno, y al horno... Y mientras tanto, ibamos charlando de todo un poco. Mi compañero me comentó algo que me llamó mucho la atención: tenía el poder especial de hipnotizar a la gente. Como me sorprendí mucho al oirlo, se ofreció a demostrármelo. Para ello únicamente debía quedarme quieta enfrente de él y mirarle muy fijamente a los ojos. Así lo hice, me puse a mirar sus ojos intentando no pestañear, ni moverme, ni reirme. Él estuvo mirándome también muy fijamente, a los ojos, durante un minuto, dos... iba acercándose poco a poco mientras seguía mirando fijamente mis ojos, tres, cuatro minutos... hasta que de repente.... ¡me plantó un beso!. Para mí, esta minihistoria contiene dos conclusiones. La primera está clara: los argentinos saben hipnotizar. La segunda: a veces los sueños se hacen realidad. Gracias a Lupe y Santi, ya es posible tomar en Palma unas empanadas tan ricas como las de Manos Jujeñas... gracias, chicos, de corazón. "

Ramón Triguero: “Es la segunda vez que vengo. El día que le conté a mi mujer el tipo de cocina que hacen le gustó tanto que hoy me ha pedido que viniéramos a comprar para cenar. Le ha hecho mucha gracia ver cómo se creó Doña Greta. Le he hecho caso y he venido corriendo, ya que ella también está embarazada. Seguro que a nuestro bebé también le gustarán nuestras empanadillas.”

Anónimo: “La historia de mi vida un día sin pensar dos veces decidí salir fuera de mi país como un capricho sin saber sónde ir ni que hacer ni con quien contar. Nada, de pronto, como en un sueño, me encuentro en España. Muchas veces quería retorcer pero algo me decía que tenía que seguir sin importarme mi sufrimiento estando indocumentado, con el temor de que sea edportado y he luchado y así he podido sacar provecho de mi sufrimiento hasta que encontré a la mujer de mi vida y por esto no me arrepiento de haber emigrado y sufrido y ahora entiendo el por qué de un momento a otro decidí dejar mi país. El destino de mi vida está ahora aquí con la mujer que más adoro y sin importarme anda que se interponga en mi camino. Quiero morir a su lado pues esta es la historia de mi vida que nunca me arrepentiré. Soy el hombre más feliz de la tierra!”

José Juan Luna Más: “Al hospital siempre lo veía como un lugar de donde nunca se sacaba nada bueno: “todo el mundo siempre sale peor” decía y repetía mi abuelo, después de que le amputaran la pierna y de los abuelos siempre queda algo. El trabajo me llevó a tener que pasar largas temporadas en él y, por consiguiente, a conocer a la gente que lo habita. Fue ella quien me entró, yo soy muy tímido y no le hubiera dicho nunca nada. Ayer me di cuenta de lo absurda que es la gente, me dijo.- yo asentí con la cabeza, despreocupado y sin hacerle mucho caso. Al lado del contenedor encontré un vestido fantástico, un poco viejo pero lleno de magia. La miré, con curiosidad, sin saber como responder. Le hice dos remilgos. Le puse un par de volantes y hoy lo estrenaré. Entonces, miró al aire, pensativa. Bueno, prosiguió. Tal vez no lo estrene pero seguro que disfrutaré más de él que su antigua propietaria. Sonrió y entró en una de las consultas, nunca volví a cruzarme con ella. Eso sí, me dejó bien claro que para disfrutar basta con bien poco. Y mira que pensaba que del hospital nunca salía nada bueno!”

María Magdalena Molina: “Tengo una historia de amor. De amor infantil… de ese tipo de amor que en verano huele a jazmín. A jazmín intenso en los largos días de verano, porque así olía su patio. Y a natillas, en las largas tardes de invierno. De esas natillas que después de repartir en sus cuencos, te dejan meter el dedo en la olla, como si se tratase de una travesura infantil.Y ese amor tiene nombre, el cual fue una herencia para mí, pues no me queda más remedio que decirlo con el mismo amor…el amor que ella me enseñó. Que aun sigue oliendo a jazmín y a natillas. A mi abuela… Cómo te he querido! Cómo te recuerdo! Cuánto me has enseñado! A jazmín…a natillas…a amor!”

Irene Gutierrez Larraya: “Siempre recordaré la primera vez que cocinaste para mí. Acabábamos de llegar a casa. Ibas tan sencillo como siempre, pero tan auténtico que no podía hacer más que embobarme. Con un “siéntate y déjame a mí” te pusiste manos a la obra. Cogías los ingredientes con tanta maña que era todo un espectáculo. Te admiraba. Recuerdo que hacías una pizza, mi comida favorita. Llevabas un delantal, que acabó completamente cubierto de harina, pero para mí no existía mejor paraíso que aquél. La cocina se inundó de maravillosos olores, el mundo se había parado concediéndonos esos minutos de gloria. De ese momento ha pasado mucho tiempo, pero pase el que pase, ese recuerdo quedará en mi memoria como el mejor paraíso culinario que pueda existir.”

Oscar Murgui: “Las olas en invierno, también mojan. Para los aficionados ala fotografía, pegarse un madrugón de vez en cuando es necesario y, a veces, saludable. Ver cómo amanece un nuevo día es una de las cosas más impresionantes que un fotógrafo puede captar: la luz, el sol, una nube perdida…todo ayuda para que levantarse a las 5 am haya valido la pena. Este fue un amanecer diferente. La hora, la de siempre, el motivo, diferente. No había sol, llovía, el cielo no era azul, era gris y el canto de los pájaros eran sustituidos por las gotas de agua y los truenos. Intentábamos captar una tormenta. En Cala San Vicente, a las 8 am, hacía mucho viento y un fuerte oleaje nos obligaba a apartarnos de la orilla cada vez que se acercaba una ola. Ante la imposibilidad de hacer fotos de cerca, decidimos subir a un mirador que debe estar a unos 10 metros de alto. Unas vistas impresionantes y unas fotos increíbles, hasta que llegó “la ola”. En pleno diciembre, con un frío impresionante voy yo y me pongo a remojo. Chaqueta, jersey, pantalones y, cómo no, cámara empapada. Casualmente la cámara sobrevivió, pero una semana después no fue capaz de sobrevivir a la limpieza que yo le hice. La desmonté pensando que podría estar mojada por dentro y jamás conseguí montarla de nuevo…pobrecita!”

Joana Pires Dos Santos: “Era una noche de primavera, yo estaba en Sao Tomé y Príncipe, una isla en el oeste de África, en el Océano Atlántico. En este país, fue donde nació mi padre, quien nos invitó a mí y a mi hermano a pasar unos días allá. Lo que contaré es una de las tantas experiencias que pude vivir allá, pero esta especialmente me conmovió. Dos amigos vinieron a buscarnos para que les acompañáramos recibir a nada más y nada menos que al Primer Ministro de Portugal. Estos amigos formaban parte de una asociación cultural y tenían que cantar y bailar, mientras yo les tenía que hacer fotos. Eran las 16 hs, nuestros amigos nos dieron las cámaras a mi y a mi hermano y nos dirigimos hacia el lugar donde se iban a encontrar las diferentes asociaciones que participarían en este caluroso recibimiento con el que premiarían al Primer Ministro de Portugal a su llegada al aeropuerto. Había mucha gente, niños, jóvenes, mujeres, hombres, algunos atrevidos con trajes para la ocasión, otros descalzos y con ropas simples. Creo que éramos algo más de 100 personas. Nos pusimos en marcha, y como en este país no hay autobuses, nos fuimos colocando todos en camionetas, en la parte de atrás donde se llevan las mercancías. Divertidísimo! Pero lo mejor y lo que me quedó grabado fue cuando toda aquella gente empezó a cantar, bailar y a tocar los instrumentos de percusión y otros, simples cajones de madera que tocaban con gracia. Todos sonriendo, todos bailando, tocando y disfrutando. Mujeres, hombres, niños, todos totalmente coordinados,, nadie desentonaba, nadie perdía el ritmo. Las camionetas se movían lentamente en dirección hacíale aeropuerto, bordeando la bahía. Ya había anochecido, a mi derecha el mar, arriba las estrellas, y por todas partes, el sonido de los tambores y los cantos de aquellas gentes, en frente de mí..el chico más guapo de Sao Tomé..mágico..fueron dos horas, bueno, no se exactamente cuánto porque perdí la noción del tiempo, había perdido incluso la noción de mi propio cuerpo, me sumergí por completo en la música que retumbaba haciendo vibrar hasta lo más profundo de mi ser, conectándome con mis raíces. Me sentí en casa…Gracias Papi por este viaje….”

No hay comentarios:

Publicar un comentario