martes, 20 de julio de 2010

Mini Historias no ganadoras

Luis Más: "La pelota de tenis. Desde pequeño fui un apasionado del tenis, mi sueño era jugar y vivir de ello. Por ello, cada mañana despertaba pronto e iba a entrenar. Jugar con una pelota de tenis me encantaba. Ahora me levanto cada mañana con sueño y me encuentro con una pelota de tenis delante de mi acra. Un perro la aguanta con sus dientes esperando que se la quite y la tire al fondo del pasillo. A él también le encanta. Ahora se por qué me gustaba jugar al tenis. La vida tiene esos guiños".


Iván De Benito Berdoy: "Verano de 2009. UIB, calor, muchos exámenes y poco tiempo. A falta de horas para comer acababa comiendo cualquier cosa en cualquier sitio y acababas yendo a los mismos sitios (si es que no habían cerrado ya) y aburrido de "Crispy, Chicken, Bacon - Mc Burger" que eran los únicos sitios en que no te habían cerrado la cocina. Lo de la comida a domilicio o para llevar era otra historia. Folletos qeu cuando caen en tu buzón se teletransportan a la basura o a un cajón escondido, en el que como todo agujero, acababan desapareciendo. Echábamos de menos un lugar donde encontrarlos y tenerlos todos y ya puestos a pedir que pudieras reservar tu comida con tranquilidad y comodidad y sin que el repartidor te traiga la pizza que no pediste. Así, más o menos, fue como srugió Zampalo.com".


Ricardo Cufré: "El Espigón. Corría marzo del ´51. En ese anfiteatro al revés que es la cabeza del espigón de Olivos, una pareja de jóvenes casados estaba sentada. Frente a ellos y a pocos metros, un velerito de madera llamado SADKO salía a navegar por el estrecho canal. Seguramente ella lo miró algo sonrojada cuando dijo por primera vez en su vida la frase que se las cambiaría para siempe: Estoy embarazada Carlos. ¿Él la abrazó? ¿Lloraron de alegría? ¿Cenaron afuera esa noche? Aunque estaba con ellos, ignoro esos detalles y es tarde para averiguarlo. En ese inmutable espigón, mediatriz de sudestadas ariscas y bajantes de siesta, mi designado padre supo que yo asomaba mi arboladura por el íntimo horizonte de Ángélica, navegando con viento franco y suave hacia ellos. Muchas veces he regresado a esas gradas de roca. Sé que me senté o caminé por la misma que escuchó a mi madre, pues ex profeso las he recorrido todas. Conocer con precisión casi centimétrica en qué lugar del universo fui mencionado por primera vez me ha amarrado de por vida a este puerto, al que retorno cíclicamente a veces acompañado del amor. Aun regreso al extremo romo del espigón con necesidad y miedo de hallarme. Recorro el angosto y largo camino acariciando la misma barandilla de suaves caños, pulidos también por mis manos y que hasta hace un rato a penas, miraba desde abajo y me trepaba, inscripto en el abrazo protector de mi padre. Retorno de tanto en tanto sabiendo que cuando encuentre la roca exacta, será la última vez que me busque. Habré hallado mi respuesta, sabré quién, fui y ya sólo será cuestión de esperar la última sudestada. O la última bajante."


Sofía Román Barbieri
: "Esta historia comienza en una gran ciudad de un garn país, cuando dos niñas de 3 y 4 años de edad casi mueren por culpa de un gas tóxico. Todo empieza cuando la madre de una de las niñas llama a un taxi, al ver que este tardaba, la madre se fue en autobus. Cuando finalmente llegó el taxi, la señora que cuidaba a las niñas salió a decirle que podía irse. Cuando la señora estaba afuera la niña más mayor cerró la puerta con llave. Cuando la canguro intentó entrar se encontró con ese escenario al cual se le sumó el hecho de que la niña supiese cerrar pero no abrir. Justo ene se momento se cayó el cazo de la leche que estaba hirviendo y empezó a salir gas, las niñas asustadas empezaron a llorar. Finalmente consiguieron romper una ventana y entrar."



Miguel Ángel Calafell: "En el verano de 2008, junto a dos amigos más, decidimos empezar una miniaventura, que duraría tres días, atravesar la Serra de la Tramuntana, desde Valldemossa a Pollença. Durante estos tres días conocimos a gente, escaladores, turistas, montañeses..., vimos espectaculares paisajes, escuchamos la naturaleza en su inmensidad y conseguimos entrar en un universo paralelo del cual nada entra del exterior, ningún tipo de preocupación, sólo la naturaleza, con sus colores y sonidos, nada más."


Melina Pasrisi: "Había un avez un pez que se llamaba Jonathan. Vivía con su padre en el fondo del mar pero aun no sabía nadar. Y su padre le cantaba: Jonathan! No te metas pa´lo hondo! Qué no sabes nadar! Hasta que un día, sin hacerle caso a su padre, Jonathan salió a nadar. Y andando, nadando, se perdió. Y un señor que pescaba con su red lo cazó y se lo llevó a su acuario. El padre de Jonathan, muy preocupado, le buscó y le buscó, pero nunca le encontró. Y se quedó solo en el fondo del mar, cantando: Jonathan! no te metas pa´lo hondo que no sabes nadar!"


Lidia Aranda: "Esta historia es real sobre un pequeño niño, que me ha hecho pasar momentos muy divertidos. Hace dos años en una escuela de verano, donde era monitora, había un niño muy gracioso y un tanto pillo que le tenía un poco de miedo al agua. Un día fuimos a la playa y el pequeño no se quería meter en el agua y otra monitora y yo, en la orilla simulamos entre risas que nos ahogábamos para que el pequeño metiera al menos los pies. Le decíamos "Ayúdanos, sólo tienes que llegar a nuestras manos y estirar un poquito" Su respuesta fue: "Ven un poquito hasta aquí -hasta el arena- y luego estiro". Después de muchas risas conseguimos que se metiera en el agua. Actualmente, ha superado su miedo al agua."

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